Aunque a lo
largo de los años el hombre ha desentrañado muchos misterios relacionados con
la evolución de la Tierra, algunos rincones del planeta plantean todavía
preguntas que la ciencia no es capaz de resolver. Una de esas incógnitas es el
cráter Patomskiy, una formación geológica cuyo origen no ha podido ser
explicado por los científicos.
Esta extraña
formación se encuentra en medio de los bosques de de Irkutsk en Siberia y fue
descubierta en 1949 cuando el geólogo Vadim Kolpakov realizaba un mapa de esa
región rusa. Desde entonces, mucho se ha especulado sobre su origen, con
teorías que apuntan desde que fue creado por una antigua civilización hasta la
construcción por prisioneros de un gulag secreto.
Sin embargo,
una de las principales teorías acerca de la formación de esta estructura, que toma
su nombre de un río cercano, apunta hacia el impacto de un cuerpo celeste,
concretamente, hacia el famoso bólido de Tunguska, un meteorito que explotó
sobre la región de Krasnoyarsk en 1908, y cuyo cráter jamás fue localizado.
Otros estudios recientes, datan la antigüedad de esta formación en unos 250
años, por lo que si su origen se encuentra en un meteorito, debió de ser uno
anterior.
El problema
es que en el cono, que tiene 150 metros de ancho en la base y 80 en la cima y
una profundidad central de aproximadamente diez metros, no se han hallado
restos algunos de rocas procedentes del espacio. Algunos geólogos aseguran que
el meteorito, de alto contenido en hierro, se encuentra a más de cien metros de
profundidad bajo el cráter. Sin embargo, esta posibilidad es descartada por el
resto de la comunidad científica.
Otra posible
explicación a esta formación es que se trate de un volcán que, en lugar de
expulsar lava, sufrió una violenta explosión de gas, probablemente hidrógeno,
que le confirió su peculiar forma, por la que también es conocida como el nido
del águila.
Para el
geólogo Alexander Pospeev esta es la explicación más convincente para aclarar
el origen de esta misteriosa formación que 65 años después de su descubrimiento
sigue constituyendo un auténtico enigma para la comunidad científica. Contexto
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