La desaparición en Alaska del caza Raptor F-22 que inicialmente no había sido considerado como un hecho trágico -mientras se acariciaba la esperanza de que el piloto se hubiera eyectado- resultó ser absolutamente desalentador.
Aunque los servicios de rescate estadounidenses no fueron capaces de recuperar el cuerpo del piloto, ni alguna evidencia, el capitán Jeffrey Haney, tan experimentado para apretar a tiempo el botón de la catapulta —y se detectó que lo había hecho—, fue dado por fallecido. Unos fragmentos quebrantados de su asiento eyectable fueron hallados entre los escombros del caza, precisamente aplastados por el propio aparato. Pese a los millares de millones de dólares invertidos en la elaboración de las novedades técnicas para la aviación de combate, una vez ocurrida una situación de barrena, el asiento eyectable del piloto sigue cayendo directamente por debajo del avión. Esta es la conclusión, ante la que están vacilando todavía los expertos militares y los portavoces oficiales en EE. UU.
“Le recordarán por su dedicación incansable y el servicio a nuestro país”, exclamó el gobernador de Alaska, Sean Parnell en la ceremonia de la despedida organizada en ausencia del cadáver. “El capitán Haney nos recuerda a todos nosotros el sacrificio que nuestros hombres y mujeres uniformados aportan cada día para salvaguardar nuestra seguridad”. Haney estaba casado y tenía a dos niños. Las autoridades militares informaron que él se adiestró a la Fuerza aérea en 2003 y ha servido en la base de Anchorage durante cuatro años y medio.
Su caza junto a otro Raptor similar practicaban el 16 de noviembre los entrenamientos del operativo de intercepción del supuesto agresor. Se acercaban a la finalización del ejercicio cuando el avión de Jeffrey Haney desapareció para los radares terrestres y cesó sus comunicaciones con el segundo bordo. Los expertos no han logrado todavía detectar las causas de la caída en barrena.
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