Torres, un colombiano recolector de café, estuvo a punto de encontrarse con la muerte el pasado sábado. De regreso a casa, ya de madrugada, otro compatriota, Mauricio Alvis Martínez, le empujó al salir de un bazar de Huila. La víctima se volvió para protestar por el golpe, pero lo que no sabía es que su simple petición de respeto, acabaría con un cuchillo de catorce centímetros de largo por cuatro de ancho, clavado sobre la cavidad que protege el ojo izquierdo, penetrando hasta la mitad del cráneo.
En ese mismo momento, la fiesta acabó y el pánico se apoderó de los presentes, que iban y venían sin saber cómo auxiliar a Torres. «Cuando me toqué la cara y lo sentí dije ‘Dios mío, ¿qué es esto?’», cuenta el herido, que se vio obligado a montar en una motocicleta y huir del lugar por su propio pie al comprobar que Alvis le perseguía pertrechado con varias piedras para terminar de rematarlo. «Me estaba desangrando», describe.
Los médicos y enfermeras se asustaron al verle y optaron por derivarle al hospital de Neiva porque intentaba sacarse el cuchillo a la fuerza, lo que podía acabar con su vida. El traslado al siguiente centro duró diez horas. «Yo le pedía mucho a mi Dios que no me dejara ir. Soy joven y tengo futuro». Al llegar a Neiva no pudo más y perdió el conocimiento, así que tuvo que ser intervenido de urgencia para sacarle el cuchillo en una operación que duró más de dos horas.
La mayor preocupación de los sanitarios era que Torres perdiera el ojo por un posible daño en el tejido cerebral y en los vasos importantes cerebrales. Sin embargo, a Torres le sonrió la suerte. Sacar el cuchillo fue difícil, porque estaba muy metido en el hueso del cráneo y si perdía más sangre, podía fallecer. Se salvó de milagro. Su cirujano, Andrés Rubiano, aclaró que existe «un trayecto hacia la base del cráneo sin comprometer estructuras importantes del cerebro».
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