En Brasil, un tropezón es caída. Y sino, pregúntenle a Guilherme, el joven jugador del Ponte Preta de la segunda división.
Este chico, de apenas 21 años, estaba jugando lo más campante, peleando la pelota, todo dentro de las reglas. Pero de repente... De repente lo sacaron -literalmente- con el hombro. Y lo mandaron -también literalmente- al vestuario antes de tiempo.
Resulta que en plena jugada, mientras intentaba un desborde, un rival lo hombreó con tanta mala suerte que salió de la cancha, resbaló y se fue haciendo culipatín por las escaleras que, mal ubicadas tan cerca del césped, conducen al vestuario. Por suerte para Guilherme sólo fue un susto, una prueba de fuego para su coxis : se levantó, emergió de esos escalones y apenas refregándose las manos golpeadas volvió a jugar.
Este chico, de apenas 21 años, estaba jugando lo más campante, peleando la pelota, todo dentro de las reglas. Pero de repente... De repente lo sacaron -literalmente- con el hombro. Y lo mandaron -también literalmente- al vestuario antes de tiempo.
Resulta que en plena jugada, mientras intentaba un desborde, un rival lo hombreó con tanta mala suerte que salió de la cancha, resbaló y se fue haciendo culipatín por las escaleras que, mal ubicadas tan cerca del césped, conducen al vestuario. Por suerte para Guilherme sólo fue un susto, una prueba de fuego para su coxis : se levantó, emergió de esos escalones y apenas refregándose las manos golpeadas volvió a jugar.
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