Estaba el hombre al que llamaban “Bob el Constructor”, vestido sólo con un casco de obrero. Estaba el amante del sol que le comentó a una mujer que daba una caminata: “Bonito día para eso, ¿no?”. Y fue el momento, contó la señora Jules Perkins, en que una vertiginosa diversidad de fuerzas sexuales que han descendido de alguna manera sobre su comunidad sin culpa, Surrey, se unieron de un solo golpe, como una escena de una película pornográfica. “Estaban dos tipos sentados uno al lado del otro, viendo a un hombre y una mujer teniendo sexo”, dijo Perkins, describiendo lo que había ocurrido mientras paseaba a su perro en la colina entre su casa y el arrecife Black Hog. “En la cercanía, había dos hombres tomando el sol juntos, sin nada más que unos ajustados calzoncillos blancos”. Más tarde, ella encontró un vibrador rosa en los arbustos.
“Se lo di a la policía”, contó. “Ellos dijeron: ¿Qué quiere que hagamos con esto?” Yo les dije: “Pónganlo en Propiedad Perdida”’’.
Puttenham, aproximadamente a una hora de Londres en automóvil, tiene menos de 2,500 residentes y es famoso por su antigua iglesia; su amigable taberna, La Buena Intención; y su orgullosa inclusión tanto en el Libro del Juicio Final – un sondeo de tierras inglesas del siglo XI – y “Un mundo feliz” (“Brave New World”).
Desafortunadamente para mucha gente aquí, también es famoso por ser incluido en listas de buenos lugares para ir a “perrear”; esto es, tener sexo en público, a veces con parejas que la gente acaba de conocer en línea, para que así los otros puedan observar. El campo arbolado debajo del risco es tan popular como punto para sexo homosexual (mayormente durante el día) y sexo heterosexual (mayormente por la noche) que la policía ya lo designó como un “ambiente de sexo público”.
El sexo en público es una actividad popular – y semi legal – en Reino Unido, según las autoridades y el gran número de sitios en Internet que lo promueven. (Se considera un delito en Gran Bretaña sólo si alguien lo presencia, se ofende y está dispuesto a entablar una queja formal.) Y la policía tiende a andarse con cuidado en ambientes de sexo público, en parte debido al amargo legado de la época en que el sexo entre homosexuales era ilegal, y homosexuales no declarados tenían sexo anónimo en lugares como baños públicos eran arrestados y humillados rutinariamente.
Entusiastas sitios en la Red alertan a practicantes para que conozcan ubicaciones para el dogging’ – más de 100 tan sólo en Surrey – y ofrecen prácticos consejos de etiqueta para los confundidos o sumamente excitados.
“Únase o acérquese sólo si se lo piden”, aconseja un sitio, Swinging Heaven, que asegura contar con más de un millón de usuarios registrados. Richard Byrne, prominente conferencista en administración del campo en Harper Adams University College, en Shropshire, dijo que la tecnología moderna ha vuelto el ‘perreo’ mucho más conveniente de lo que solía ser, gracias a motores de búsqueda, grupos de Facebook y personas que envían tweets’ sobre sus experiencias. “Y por supuesto, todos tienen teléfono celulares”, dijo.
Swinging Heaven dice que la práctica empezó en Gran Bretaña en los años 70, y que el término viene del fenómeno siguiendo “como perros” a gente que tiene relaciones sexuales. Otros dicen que sus practicantes alegan que están “paseando al perro” cuando, de hecho, están saliendo a conocer extraños desnudos en campos.
Los británicos son un pueblo tolerante, y más probablemente les tendría sin cuidado quién vio a quién haciendo qué en cualquier configuración, siempre y cuando todos se fueran a otro lugar. ¿Por qué, se preguntan residentes de Puttenham, tienen que hacerlo a menos de 400 metros del centro de cuidado infantil de la comunidad?’’
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