Irak sigue sin recuperar la calma, a pesar de los avances en seguridad. El lunes en Bagdad, estalló una bomba al lado de una licorería, matando a siete personas e hiriendo a otras 18, según indicaron fuentes sanitarias y del Ministerio del Interior.
Los funcionarios comunicaron que tres de los muertos y cinco de los heridos eran policías.
Se investiga si el objetivo del ataque era la tienda de licores, o los policías. Funcionarios de seguridad y policías, son a menudo atacados por extremistas suníes que tratan de desestabilizar el país, mientras que cafeterías y tiendas de licores suelen ser atacadas por las milicias extremistas chiítas.
La seguridad en Irak, ha mejorado considerablemente desde 2006, cuando escuadrones de la muerte patrullaban las calles y hasta 100 cadáveres por día, acababan en las morgues. No obstante, ataques como los del lunes aún suceden con frecuencia.
Con la retirada de los soldados estadounidenses a finales de año, las fuerzas iraquíes de seguridad van a tener en sus manos la tarea de proteger la estabilidad del país. Para ello se enfrentarán a duros retos, incluyendo la persistente insurgencia, la escasa capacidad para defender su espacio aéreo y las tensiones entre grupos enfrentados.
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