La pequeña ciudad de Rupert, estado de Idaho (EE. UU.), se vio conmocionada por una tragedia doméstica. Un niño de tres años mató a su hermano de dos con una escopeta de su abuelo.
El 12 de octubre, llamaron a la Policía desde una casa de Rupert donde encontraron al pequeño Brandon Herrera, con una bala del calibre 22 en la frente. El niño fue trasladado al hospital urgentemente, pero murió allí 12 horas más tarde.
La fiscalía del estado, consideró la posibilidad de abrir un proceso penal contra el abuelo y la madre de los hermanos, pero finalmente la descartó. La madre estaba en casa en el momento de la tragedia, aunque en otra habitación.
Los niños habían recibido una prohibición directa de entrar en la habitación donde se guardaban las escopetas. Además ni al abuelo, que es propietario tanto de la casa como de las armas, ni a la madre se les podría haber ocurrido que los niños fueran capaces de abrir la caja fuerte con las escopetas.
Sin embargo, Brandon logró sacar el fusil y, jugando con este, disparó a su hermano pequeño.
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