El episodio
más resonante de un supuesto aterrizaje de OVNIS, y aparición de seres
extraterrestres en la Argentina, se produjo en Trancas, Tucumán, hace casi 49
años.
El hecho fue
uno de los hitos más importantes en la historia mundial de los objetos
voladores no identificados.
Se trata de
un episodio que ha sido considerado como “un caso inatacable (y) una prueba
irrefutable” dentro del voluminoso y extraño legajo de los OVNIS.
El caso
Trancas se convirtió en un “superclásico de la ufología mundial”, señala el
sitio mexicano www.perspectivas.com.mx.
El lunes 21
de octubre de 1963, las jóvenes Argentina (28) y Jolié (21) Moreno, con sus
pequeños hijos Victoria, Nancy y Guillermo, llegaron desde Rosario –donde residían–
a San Miguel de Tucumán, y de ahí viajaron hasta la finca “Santa Teresa” en
Villa de Trancas, donde se reunirían con sus padres, Antonio (72) y Teresa
(63), y su otra hermana, Yolanda (30).
Un motivo de
esta visita era que sus maridos, ambos oficiales del Ejército, debían
participar en unas importantes maniobras militares previstas para esos días, y
en la madrugada partirían en tren desde Tucumán a Salta, pasando por Trancas.
Cenaron muy
temprano y, exhaustos por el viaje, todos se fueron a descansar a sus
habitaciones. Cerca de las 21 horas, la doméstica Dora Guzmán (15), que se
hallaba en los fondos de la vivienda, aparece una y otra vez insistiendo en que
veía luces sobre el terraplén del ferrocarril, situado a 200 metros al frente
de la finca.
Los padres
dormían, Argentina seguía atenta a su lectura y Jolié le restó importancia,
pues debía darle el biberón a Guillermo, de cuatro meses. Yolanda, en tanto,
pensó al escucharla que sería un ómnibus.
Finalmente,
Dora persuade a las hermanas para verificar las “luces raras” que estaba
viendo. Se trataba de un conjunto de cinco luces, distantes entre sí a no menos
de 100 metros, tres al frente y dos un poco más al norte (noreste). Se
encendían y apagaban con cierta intermitencia, arrojando haces lumínicos en
distintas direcciones, iluminando incluso la finca (vivienda, gallinero).
No tenían
forma discernible, presentando el aspecto de focos de luz.
Las asustadas
mujeres sospecharon que podría tratarse de un accidente ferroviario (es
frecuente que el tren se lleve por delante algún vacuno), o que podría ser una
escuadrilla de operarios reparando las vías, pues a unos 500 metros, o más,
hacia el norte, visualizaron unas siluetas humanas desplazándose en torno a los
reflectores.
El temor fue
mayúsculo cuando Yolanda apunta la posibilidad de que podrían ser guerrilleros
haciendo un sabotaje (levantando las vías o colocando una bomba), recordando
los episodios de la incipiente guerrilla rural de Taco Ralo, al sur de Tucumán,
hacia fines de 1962. Es que los maridos de Argentina y Jolié pasarían por allí
en cuestión de horas en un tren militar y, además, ellas se encontraban solas,
su padre enfermo y sus pequeños hijos desprotegidos.
En busca de
otra explicación, una de las hermanas recordó haber leído que en varias partes
del mundo se habían visto platos voladores, y especialmente el caso del
camionero Douglas (quien días antes –en Monte Maíz– había visto un aparato con
varios seres que lo habrían quemado con un fino haz de luz), sugiriendo la
posibilidad que fueran esas naves.
Entre
corridas y encierros, deciden salir para observar mejor, cuando ven una tenue
luminosidad verdosa y, pensando que era la camioneta conducida por un peón que
trabaja en la finca, van hacia la tranquera.
De pronto, a
unos ocho metros de ellas, se encendió una luz que las encandiló, pudiendo
notar por un instante que había un aparato de unos 8 x 3 metros, provisto de
una torreta, y con gajos y grandes remaches dispuestos en su superficie. El
impacto fue tal, que Yolanda trastabilló, tropezó, y en segundos estaban
refugiadas nuevamente en la casa.
La doméstica,
de 15 años, entró exclamando que la habían quemado, pero Argentina y Yolanda
comprobaron que sólo estaba asustada. A estas alturas todos estaban levantados.
El padre intentando salir, era retenido presa de nervios por sus hijas, pues se
hallaba enfermo.
Con las
puertas trancadas, desde la ventana (los postigos cerrados y por veces
entreabiertos), atisbaban el fenómeno. Una de las jóvenes mujeres creyó que los
haces de luz atravesaban las paredes, pero otra sostuvo que lo hacían a través
de las rendijas. La misma creyó que los haces se extendían y retraían a
voluntad, pero resultó que por momentos lo hacían a ras del suelo.
La situación
era desesperante. La madre oraba, la doméstica lloraba, las hermanas gritaban y
corrían de una habitación a otra, siguiendo las alternativas. Los testigos
notaron el ambiente pesado, caluroso. Ese objeto más cercano (‘F’) emitía un
ruido de máquina en funcionamiento, pero ya sólo veían de él un espeso y
creciente vapor y unas luces, que parecían recortar seis ventanas,
impidiéndoles apreciar si se hallaba suspendido a corta altura o posado en
tierra (con posterioridad se encontraron allí los vegetales presuntamente aplastados).
Transcurrieron
40 minutos, hasta que el objeto ‘F’ –que les parecía comandar las acciones– se
desplazó hacia el este y los demás, siempre en forma rasante, hicieron lo
mismo, hasta desaparecer en dirección de las Sierras de Medina, distantes a
20-25 kilómetros.
Luego,
corrieron hacia los vecinos para avisarles del acontecimiento, pero fueron muy
pocos los que vieron algo. El vecino lindero Francisco Tropiano alcanzó a ver
pasadas las 22 horas muy iluminado el sector este del lugar, al frente de su finca.
Nadie durmió
esa noche en lo de Moreno. Por la mañana Jolié fue a la estación ferroviaria
rogando enviar un telegrama a su hermano Antonio (h), que vivía en San Miguel
de Tucumán a raíz del episodio.
Cuando
recibió el mensaje –debido al procedimiento–, ya lo sabía gran cantidad de
personas. Incluido el periodismo, que pronto se hizo presente.
Luego, se
solicitó la intervención de la policía, labrando un acta, custodiando el lugar
durante días sin novedades, y requiriendo al Instituto de Ingeniería Química de
la Universidad de Tucumán que examinara el polvillo blanco hallado en el sitio
donde fueron observadas las luces, resultando ser carbonato de calcio con
impurezas de carbonato de potasio.
Jolié Moreno
recuerda: “Mi madre estaba desesperada y mis hermanas corriendo, mi hijo estaba
durmiendo en la camita, y transpiraba de tal manera que… Afuera esas luces,
iluminando todo, moviéndose inteligentemente y las figuras… Fue la misma
película de Steven Spielberg, ‘Encuentros cercanos del tercer tipo’ que, por
otro lado, se autorizó con la información que había de este caso. Autorizado
por mí”. Contexto
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