Espíritus de padres cobran cuerpo para proteger a sus hijos
Hace 18 años y en medio de una oscura tarde, una adolescente que volvía de su clase de inglés transitando una calle solitaria de San Rafael, Mendoza. Fue interceptada por un delincuente que la empezó a forzar vaya a saber uno con qué intención. Desesperada, la chica pensó en su padre recientemente fallecido, que en vida solía ir a buscarla a la salida del instituto.
De repente, un hombre alto y vestido de negro a la usanza de un monje apareció caminando por esa vereda. Víctima y victimario lo vieron y ante esa situación, el malviviente dejó a su presa y huyó del lugar. Pero mayúscula fue la sorpresa de la joven cuando comprobó que ningún hombre de negro transitaba en esa dirección y que tampoco había casa o finca alguna en la que ese individuo hubiera podido ingresar.
La mujer de esta historia hoy tiene 30 años, reside aun en la ciudad de San Rafael, a 250 kilómetros de la capital mendocina, pero no se animó a relatar su extraordinaria experiencia a Expedientes Secretos, por más que ese episodio haya sido motivo en los últimos tiempos de comentario reiterado entre su círculo de allegados, convencida como está aun en la actualidad que el que la salvó de la terrible situación que atravesaba aquella tarde fue el espíritu de su padre.
Y es más. Entre los detalles que la testigo de un hecho paranormal trascendente y de enorme carga afectiva destaca toda vez que evoca el episodio, es que previo a la situación vivenciada había soñado reiteradas veces a su padre ,que hacía ya varios meses que había muerto de cáncer, consolándola por su partida y diciéndole que siempre la iba a proteger.
Quizás sirva como elemento para entender mejor la situación el hecho que la chica violentada por su atacante -del que no supo si sus intenciones eran sólo las del robo de sus pertenencias- que en el momento en que rodaba zamarreada por su agresor por el piso gritó o creyó haber gritado “¡Papá!”.
Papá por siempre: La psíquica y especialista en fenómenos paranormales Alena Persaldi explicó a Expedientes Secretos que este tipo de episodios son en realidad más comunes de lo que se pueden imaginar y encuadra en lo que se define como materialización de un espíritu, fenómeno que según detalló da lugar a distintos tipos de manifestaciones.
Persaldi sostuvo que no se trata sólo de la presencia visualmente percibida de la entidad que se aparece frente, en este caso, a un ser querido, sino también en la posibilidad de mantener conversaciones, tocar y hasta compartir entre la persona de carne y hueso y el espíritu, un elemento material.
Para ejemplificar esa última modalidad, Persaldi refirió a un caso en el cual profundizó hace unos años y en el cual una mujer que padecía un grave problema de salud, una noche despertó y vio que su padre, ya fallecido, estaba sentado al lado de la cama.
“Ella sintió que la despertaban y al abrir los ojos vio al padre” relató la investigadora. “Según contó la testigo, el espíritu le decía que se quedara tranquila porque todo iba a salir bien y la mujer, abrumada por el dolor y la emoción, rompió el llanto”.
Además de serenarla, la mujer tuvo presente que el padre sacó un pañuelo de entre sus ropas y enjugó las lágrimas del rostro de su hija, que en un momento determinado se reincorporó de la cama y al mirar de nuevo hacia el costado, ya no encontró la figura de su padre pero sí algo que le llamó poderosamente la atención: el pañuelo del espíritu había quedado sobre la mesa de luz.
Para la especialista el hecho tiene una explicación. “En ese caso -apuntó- el espíritu sacó de su hija una porción de energía Kundalini, que es la más fuerte y se encuentra en el chakra base. El espíritu se baña en esa energía y durante un tiempo se convierte en un hecho real en el cual se deja ver y puede dejar huellas telepáticas”.
En ese punto, la especialista señaló que por lo general los diálogos que se establecen tienen como característica ser justamente a nivel telepático, por lo que si hay una tercera persona involucrada en la situación, no va a percibir las expresiones que formule la entidad con la persona a la que se le aparece.
“Hay veces que también los espíritus pueden ser tocados y queda en quien los contacta la sensación física de tocar una piel que suele ser muy fría” indicó Persaldi al ahondar en torno a este tipo de fenómeno paranormal.
Sobre la presencia del pañuelo como señal inequívoca de la acción que el espíritu del padre realizó con su hija sufriente en la habitación, Persaldi precisó que “se trata de otro efecto de la materialización y por lo general poco tiempo después se desvanecen o desaparecen súbitamente”.
Desencarnación traumática
Sobre el caso de la mujer mendocina, Persaldi tampoco tiene dudas que el fenómeno encuadró en una materialización y destacó que cuando una persona muere, el proceso de desencarnación suele ser traumático “porque no todos aceptan la nueva condición impuesta por la muerte y gobiernan sus actos haciendo prevalecer el razonamiento cerebral en lugar del pensamiento espiritual”.
“Ese momento se llama momento de turbación y se da cuando los espíritus están empezando a desencarnar -explicó- y sucede que alguna entidades espirituales toman bien ese paso, siempre de acuerdo a la evolución que tenga cada uno de ellos”.
“Las posturas más reacias dan lugar a las presencias que más de una vez se detectan en un ámbito determinado y que responde justamente a la negativa de ese espíritu de asimilar su nueva condición y quedar fijado -sentenció la especialista- a ese lugar al que quiere, desea o simplemente está acostumbrado”.
En esa línea, pero sin encuadrar en un fenómeno de materialización, Persaldi debió terciar para que un espíritu afincado en la casa en la que había vivido desde joven, “se elevara hacia la luz y permitiera -fundamentó Persaldi- destrabar una situación que afectaba al resto de la familia que lo había sobrevivido”.
La investigadora fue convocada en su carácter de psíquica para detectar el motivo ya inexplicable por el cual una casona de San Isidro no podía ser vendida ante la necesidad de los propietarios para desprenderse de ese bien.
“Llegué a esa casa y me dirigí a una habitación del primer piso donde percibí el espíritu de un anciano. Me dí vuelta y al describir a quien yo veía -recordó-, uno de sus nietos me dijo que esa era la fisonomía de su abuelo fallecido hacía cinco años, precisamente el tiempo que llevaba el inmueble sin poder ser vendido a pesar que distintas inmobiliarias habían intentado hacerlo, pero sin éxito”.
La especialista entró en vínculo telepático con esa entidad y le hizo ver que por más que no lo entendiera, desde hacía cinco años era un espíritu y que por lo tanto tenía que evolucionar y elevarse, cosa que así ocurrió, sin mayores reticencias por parte del abuelo que había quedado afincado a la casa a la que tanto amaba. A los veinte días, la propiedad de esta historia ya tenía nuevos dueños.
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