George
Clooney y Brad Pitt la llevan, el equipo de béisbol Red Sox de Boston la ha
hecho su bandera y los 'hipsters' de Brooklyn la han convertido en su sello de
identidad. Pero la naturaleza no siempre otorga al hombre el don de la barba y
la demanda se dispara en las clínicas de implantes de Nueva York. "Hola,
no me juzguéis por preguntar esto, pero estoy empezando a desesperarme. Acabo
de cumplir 22 años y sigo sin tener barba más allá de una ligera sombra de
bigote y perilla", escribe un joven en el foro Beard Board (algo así como
"el club de los barbudos") pidiendo consejo para un posible implante
tras haber probado en vano medicinas que combaten la alopecia. En Nueva York,
la barba ha empezado a ser un toque de distinción polivalente, tanto para los
ejecutivos que quieres resultar más agresivos, los galanes que quieren ser más
masculinos o los 'hipsters' que quieren ser más 'hipsters', y las consultas de
injertos capilares empiezan a registrar un aumento de clientela para el
trasplante de vello capilar en la cara.
Implantarse
una barba entera cuesta entre 7.000 y 8.000 dólares (entre 5.072 y 5.796 euros)
y, si lo que se necesita es un relleno o disimular esas zonas en las que el
pelo no crece tanto, el precio puede rondar los 2.000 o 3.000 dólares (1.449 o
2.173 euros). ¿Merece la pena? "El trasplante de pelo facial se ha hecho
popular en gran parte porque la gente se ha dado cuenta del resultado tan
natural que se puede obtener", asegura el doctor Kevin Ende, que empezó a
ofrecer este servicio en 2007 y en el último año ha visto cómo se convertía en
uno de los servicios estrella de su clínica en Madison Avenue, con entre una y
dos visitas semanales demandándolo. "Al principio empezó como un servicio
para aquellos pacientes que se habían quemado la cara, por acné o por
cicatrices que hacen que la barba haya perdido continuidad en la cara",
explica el doctor. En la consulta de la doctora Yael Halaas, también en
Manhattan, los más habituales eran mujeres que se estaban cambiando de sexo y
que no podían lograr una barba tupida con el tratamiento hormonal, judíos
ultraortodoxos ("una comunidad en la que la barba juega un papel
importante") y algunas comunidades asiáticas y latinoamericanas que
genéticamente desarrollan menos vello facial. "Pero desde hace tres años
llegan cada mes al menos 4 o 5 'hipsters' de entre 20 y 30 años que quieren la
barba solo por una cuestión de moda", asegura esta médico de origen
cubano-argentino.
Proceso quirúrgico: El
proceso quirúrgico no es muy distinto al de cualquier injerto capilar: el lugar
clásico del que tomar el cabello es la parte de la nuca y, una vez tomado el
pelo, se puede implantar en la cabeza, en los brazos, en las piernas o en la
cara. "El pelo, aunque no es del mismo calibre, da un resultado muy
natural si lo pones en la dirección y el ángulo correctos, es decir, paralelo a
la cara", asegura Ende, quien recuerda que no es una operación dolorosa
sino que, con una sencilla anestesia local, se lleva a cabo y un día después el
paciente está como nuevo. "Una vez implantada, la barba se cae y a los
tres meses vuelve con el ciclo natural del pelo. La afeitas, la recortas...
haces lo que quieras con ella, como si fuera una barba natural", prosigue
el doctor Ende. Halaas matiza que "al ser pelo de la cabeza, crece a una
velocidad distinta que la barba natural o las cejas, que están programadas para
otro ritmo".
Pero a pesar
del auge 'hipster' de la zona de Brooklyn, donde una tupida barba da un aspecto
de modernidad bohemia y artística, Ende apunta que todavía los imberbes añoran,
sobre todo, la masculinidad que añade una mandíbula tupida. "Sigue siendo
una de las razones por las que es popular este trasplante. Los pacientes que no
tienen ningún tipo de pelo tienen cierto sentimiento de feminidad. Y algunos
sienten que el pelo que tienen no es suficiente y quieren parecer más
masculinos", concluye Ende. La barba, a lo largo de la historia, ha
representado valores positivos, como virilidad, sabiduría y estatus social, o
negativos, como barbarismo (de donde etimológicamente viene la palabra, en
latín 'barbarus' significa extranjero), excentricidad o satanismo. De igual
manera que se ha representado tradicionalmente con barba a Jesucristo, a Dios a
Thor o a Poseidón. Pero hoy, los clientes de Ende o Halaas llevan fotos de Ryan
Gosling, Jake Gyllenhaal, Tony Parker, alguna estrella del rock independiente o
incluso de Javier Bardem. No hay que olvidar que George Clooney siempre se la
deja cuando quiere dar imagen de artista comprometido: así la lució en Syriana
y ganó el Óscar, y también la llevaba cuando fue detenido en Washington por
defender la causa de Darfur. 20minutos
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