Pocas ciudades del mundo han sufrido una transformación tan radical en el último siglo como Tokio. La estampa agrícola típicamente japonesa que siempre caracterizó a la llanura de Kanto -donde está la capital- les queda hoy a los tokiotas a varias horas en tren. Fruto de esa añoranza, es fácil encontrar en los rincones más insospechados de esta megalópolis pequeños huertos urbanos emparedados entre dos edificios o exuberantes invernaderos situados en las azoteas de los mismos, muchas veces sustentados por los abuelos y abuelas que añoran los tiempos en los que el campo quedaba en la esquina de casa.
viernes, 30 de julio de 2010
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