Sus cuerpos se pudren en el suelo de un muelle japonés, estos tiburones han sido asesinados por una sola cosa: sus aletas.
Al igual que los esclavos que caminaban por las filas de algodón, en las plantaciones del Sur de América hace 200 años, los trabajadores japoneses, se mueven en silencio cortando las aletas y depositándolos en cubos.
Luego son enviados por la tonelada a las ciudades como Hong Kong y Shanghai – donde es una carne premium, un manjar para consumir. Los chinos pagarán precios muy altos por las aletas – pero gran parte de este recorrido irá a destinos locales. La masacre se produce a escala industrial.
Mientras tanto, la población de tiburones están disminuyendo más rápido que el precio de las acciones de BP, después del derrame de petróleo. La población del tiburón martillo, ha disminuido en el 98 por ciento. Pero el lucrativo comercio se lleva a cabo en todo su horror sangriento.
Muchos dueños de fábricas abren sus puertas a los turistas y aficionados a los productos del mar, para que puedan ver el espectáculo impactante.
Pero gran parte del comercio también se lleva a cabo en alta mar, lejos de miradas indiscretas. Allí, la práctica es simplemente cortar la aleta del cuerpo – y desechar el resto.
El Fotógrafo Alex Hofford, se horrorizó cuando visitó esta fábrica en la ciudad japonesa de Kesen-numa, el británico tuvo que vadear a través de charcos de sangre para captar estas imágenes, que describió como “infernales”.
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